La línea 520 del Gran Valparaíso vuelve a estar en el centro de la polémica tras una serie de accidentes que han encendido las alarmas sobre la seguridad del transporte público regional. En los últimos meses, al menos tres buses de la empresa se han visto involucrados en siniestros de tránsito, algunos con riesgo vital para los pasajeros y transeúntes.

El hecho más reciente ocurrió en octubre, cuando una micro quedó al borde del desbarrancamiento en Laguna Verde, poniendo en peligro a una veintena de personas. Este incidente se suma a otros ocurridos en sectores como Los Placeres y Juan Pablo II, generando preocupación entre vecinos y usuarios habituales del recorrido.

Desde la Seremi de Transportes y Telecomunicaciones informaron que se han intensificado las fiscalizaciones para detectar fallas mecánicas y deficiencias en las condiciones de seguridad de las máquinas. “Hemos reforzado las acciones para mejorar el servicio y garantizar un transporte público seguro”, señalaron desde la entidad.

Sin embargo, los problemas no solo afectan a la seguridad, sino también a la renovación del parque automotor. El empresario microbusero Cristian Soto denunció que trece nuevos buses adquiridos en septiembre no pueden circular por falta de permisos, generando pérdidas económicas y manteniendo en operación vehículos antiguos. “Los compramos hace meses y aún no tenemos autorización para trabajar”, afirmó.

Expertos en transporte advierten que el problema de fondo es estructural. En Chile, el sistema opera bajo una lógica privada, donde los dueños asumen los costos y riesgos de mantener la flota, sin un rol fiscalizador suficientemente fuerte por parte del Estado.

Desde el gremio aseguran estar comprometidos con mejorar las condiciones laborales y de seguridad de los conductores, además de avanzar en la modernización del servicio. No obstante, los usuarios piden medidas concretas para evitar que la línea 520 siga siendo sinónimo de peligro en las calles del Gran Valparaíso.